sábado, 18 de agosto de 2007

Adicto

A lo largo de las décadas que marcan mi camino en este mundo que sigo sin entender me he convertido sin querer en un adicto mas. Y en este punto quiero decir que todos somos adictos perdidos sin sonetos ni partituras, no encontraremos en los sillones de pitucos analistas o en las recetas de doctores de doble apellido, remedio para nuestras adicciones. Como si fuera fácil dejar de consumir lo que nos da la vida, si es la vida la mas grande de nuestras adicciones, no elegimos nacer, no sabemos vivir, no queremos morir, preferimos estar perdidos o enfermos, atados a miles de colores de pastillas, llorando los dolores de nuestros muertos, aferrados a la adicción de vivir y todo lo que eso implica. La madres son adictas a sus hijos, a los llamados con noticias lejanas. Los hombres son adictos a las mujeres malas. Los niños a sus caramelos que gobiernan su mundo de juguete. Los abuelos a sus nietos como si fueran la ultima alegría. Los abogados a sus secretarias de polleras negras, los ladrones a su aguantadero. La policía a la mala fama, los curas a las monjas sin bragitas ni miedo. El dolor a el tiempo, la lluvia a Inglaterra. Los dolores de muela a el humo de un cigarrillo en vela. Las caricias a el frió, los escalofríos a los cementerios. El alto a el bajo, el pastor a su oveja. Los perros a las ruedas, los gatos a ratones. El tornillo a su tuerca. El relámpago al trueno. El amor a su odio. La bandera a la escuela. Todos somos adictos, sabemos que sin otra cosa no somos mas que nada, que haríamos sin nuestras adicciones, sin esas rutinas que ejecutamos desde hace tanto, no me acuerdo. Adictos, a comer, a dormir, a sonar a vivir. Así vamos, lidiando con nuestras adicciones como las paginas de un libro que no queréis que se termine, como las películas sin final emotivo que nos dejan sin sueno. Como perder el tren expreso de los amores condenados al olvido, y sin embargo seguirán picando ahí en ese lugar que no tiene nombre y solo lo conocen los adictos.

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